FORMACIÓN

En la sociedad actual los procesos de divorcio forman parte de la vida cotidiana y son muy frecuentes. Siendo un proceso muchas veces complejo y con un alto coste emocional no solo para la pareja, siendo para los/as menores afectados un adecuado apoyo facilitado desde a Psicología de la Intervención Social puede contribuir de forma muy positiva.

La necesidad de esta acción formativa viene derivada de la posibilidad para aportar conocimientos actualizados sobre este fenómeno, atravesando todas sus fases (pre-divorcio, divorcio y post-divorcio) y ofreciendo herramientas concretas para su abordaje, desde la prevención a la intervención en casos de alta conflictividad. La propuesta se asienta sobre prácticas basadas en la evidencia, experiencias aplicadas desde diferentes recursos del Ayto. de Madrid (Centros de Apoyo a las Familias, Centros de Atención a la Infancia y Centro de Intervención en Parentalidad) y programas de intervención exitosos, en el ámbito nacional.

Es relevante visibilizar el trabajo en este ámbito de actuación que realizan los/as profesionales de la Psicología de la Intervención Social durante las distintas etapas:

Primera etapa:

El apoyo que se presta desde la Psicología de la Intervención Social comienza aún antes del divorcio como tal. Ofrecer a la todavía pareja herramientas para abordar esta situación de manera conjunta velando por un buen trato y un diálogo pacífico y respetuoso planificando siempre que sea posible los siguientes pasos de forma conjunta repercutirá de forma positiva en los menores, en ellos mismos y en el entorno que les rodea ya que es frecuente que los conflictos que se derivan de esta situación salpiquen a todos los miembros implicados.

Es obvio que si se ha llegado al punto de plantearse una separación en muchas ocasiones habrá habido conflictos, pero es importante evitar los estereotipos que dicta la sociedad y cuyas consecuencias llevan a las personas involucradas a responder impulsadas por la presión del entorno más que por sus propias decisiones, llevando a una auténtica escalada de estos.

Además, se resaltará la importancia de que el profesional de la psicología que intervenga en esta etapa lo haga siempre con el nivel de ética que exige nuestro código deontológico.

Segunda etapa:

Durante esta etapa, el divorcio en sí, ya hay un claro conflicto. Especialmente cuando hay hijos y/o hijas menores de edad, desde la Psicología de la Intervención Social se ha de garantizar que la ruptura de los progenitores no implique consecuencias perjudiciales para el bienestar y el pleno desarrollo de los mismos.

Entender y abordar las dinámicas familiares y los aspectos psicológicos y sociales presentes en los procesos de divorcio, contribuye a una gestión adecuada de los conflictos por parte de las personas adultas y favorece la adaptación de los y las menores a la nueva situación. La ayuda de profesionales expertos/as favorece que la ex pareja pueda transitar este proceso de ruptura de una manera más resiliente y adaptativa, impulsando la desescalada del conflicto y evitando, en muchas ocasiones, la vía contenciosa.

Tercera etapa:
Cuando esta etapa se elabora adecuadamente, se produce el divorcio emocional. Es una fase de reorganización y de adaptación a la nueva situación.
Sin embargo, en ocasiones, los divorcios se complican, se cronifican, se intensifican y judicializan. Son los denominados divorcios de alta conflictividad. En estas situaciones, es esencial, que las y los profesionales de la Psicología sepan realizar una correcta evaluación de los factores de protección y de riesgo en la familia, así como conocer las  obligaciones legales, éticas y deontológicas, en caso de detectar una situación de riesgo para los hijos e hijas.